Última dosis de cisplatino

 Pamplona, 28 de julio de 2022

Lo llaman serindipia. A veces la casualidad origina grandes avances científicos. Fue el caso de los citotóxicos que utilizan platino. El biofísico Barnett Rosemberg, en la universidad de Michigan, hace casi 60 años, efectuó un experimento con corrientes eléctricas. Pretendía conocer los efectos del campo eléctrico en una bacteria muy frecuente, Escherichia coli, que vive en el intestino. 

Se pensaba que el platino era un metal inerte. No se esperaba producir electrolisis. La sorpresa fue comprobar que Escherichia coli no podía dividirse. Barnett Rosemberg publicó su experimento en una revista multidisciplinar, “Nature”, en 1965. El artículo finalizaba con una pregunta “¿Pueden las sales de platino impedir la división de otras bacterias o células?”

Esta cuestión fue el eje de investigación de algunos bioquímicos. A pesar del tiempo transcurrido no se ha encontrado nada mejor. Actualmente las sales de platino siguen siendo una de las armas más potentes en la lucha contra el cáncer. Forma parte del tratamiento de quimioterapia que nos administran a millones de personas. Yo he recibido un chute de oxaliplatino cada tres semanas.

Me debilita la piel. Me provoca insomnio. Me produce neuropatías periféricas en los dedos de las manos y un leve temblor en los brazos. Pero su intensidad va remitiendo conforme van pasando los días. También va dificultando la formación de células sanguíneas en la médula. Mi concentración de glóbulos rojos ha ido disminuyendo. Pero la anemia que padezco es inferior a lo habitual. A otras personas, el oxaliplatino les produce naúseas, vómitos o diarreas. A algunos les ocasiona efectos secundarios muy intensos. Tanto que les obliga a interrumpir el tratamiento. No ha sido mi caso.


Dr. Barnett Rosenbeg y colaboradora

El oxaliplatino ha mejorado mi salud. Al menos exteriormente. Tras un febrero y marzo delicados, a partir de abril me ha permitido seguir un tipo de vida más cercano a la normalidad. He podido hacer más ejercicio. Con limitaciones, pero he continuado subiendo montañas. Agradezco profundamente que haya podido recibir este veneno. Sin oxalipaltino, me comentó el oncólogo, muy probablemente ya habría fallecido.

Dicen que, en muchos casos, los tumores metastásicos son aniquilados con gran eficacia por este producto. Así que mantengo mis esperanzas en el efecto que pueda ejercer el oxaliplatino sobre las células que se me han sublevado. Deseo intensamente que este veneno extermine mis nódulos tumorales del peritoneo. Y que reseque lo más posible los del hígado. 

Pero las células cancerígenas van mutando. Algunas se hacen resistentes al oxaliplatino. Además, la toxicidad de este veneno, sobre todo en células normales que se dividen con rapidez, se va acumulando. Por ello no es aconsejable programar más de ocho ciclos. Hoy me lo han inyectado por octava vez. El oncólogo ya me ha advertido que ya no me lo prescribirá en los próximos meses. 

El próximo 16 de agosto me harán un TAC decisivo. Pocos días después tendré una reunión determinante con el oncólogo. Si no han desaparecido las células cancerígenas del peritoneo, no me operarán del hígado.  En ese caso, el más probable, José Vicente me comenta que puede dejarme sin quimioterapia un tiempo. Cuando mi salud vuelva a empeorar, me administrará otros venenos distintos del cisplatino. Pero la estadística muestra que su eficacia suele ser menor.

Probablemente voy a añorar el oxaliplatino. Un veneno que va intoxicando el cuerpo, pero que también regala tiempo. Está alargando mi vida. Mi agradecimiento a Barnett Rosemberg y a miles de investigadores anónimos que siguen dedicando sus esfuerzos en tratar de mejorar y encontrar nuevos productos que prolongan la vida de tantos enfermos atacados por el cáncer.

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