Quiero seguir viviendo mucho tiempo. Pero, ¿querer es poder?

 Pamplona, 18 de octubre de 2022

«Querer es poder». Una frase muy repetida. La suelen pronunciar, satisfechos, aquellos que han logrado algún propósito complicado. Sí. La fuerza de voluntad es un arma poderosa. Pero por cada persona que se sobrepone a las adversidades más atroces hay muchísimas más que no lo consiguen. 

¿Es que son menos competentes, más débiles? La vida es compleja y azarosa. El éxito no depende sólo de la voluntad sino de múltiples circunstancias. Algunas imponderables. Muchos prefieren seguir fantaseando con que el hombre es capaz de todo lo que se proponga. 

Últimamente me han regalado varios libros de autoayuda. Leyendo algunos capítulos me siento avasallado por estos relatos «buenistas» que aconsejan tomar siempre una perspectiva optimista. Nos invitan a creernos autosuficientes. A que todo se puede encarar manteniendo una actitud positiva. Así todo mejorará. Estará bajo control. La felicidad nos espera. 

Pero la experiencia demuestra que no siempre es cierto. Muchas veces se desenfoca la realidad. Se trata de evitar el sufrimiento. Se oculta la desgracia y  el desamparo. Se niega el dolor. A uno le parece muy inocente pensar que una ambigua y benévola providencia nos está protegiendo. Y que, con una actitud adecuada, los deseos serán satisfechos. A la larga, puede ser una fuente de infelicidad para aquellos, y son muchos, que no consiguen lo que se proponen. Hay quien suma al dolor del fracaso la no menos dolorosa sensación de que la culpa es suya.

Nuestro notable progreso científico y tecnológico nos inclina a pensar que somos muy poderosos. Pero, a pesar de este aparente dominio sobre las circunstancias, muchas eventualidades importantes nos zarandean profundamente. Y pueden hacernos descarrilar en un instante. Terremotos, incendios, accidentes, enfermedades. A mí, de un día para otro, el diagnóstico de un cáncer metastásico me cambió la vida. 

No soy propenso al optimismo. Tiendo a ser pesimista. También con respecto a la evolución de mi cáncer. Todos los expertos coinciden en que soy inoperable. Los marcadores tumorales indican que el tumor se ha despertado antes de lo previsto. Con los datos que arrojan las analíticas, las imágenes que ofrecen TACs y PETs, y las opiniones de los médicos, sería un iluso si pensase que voy a curarme. Pero mantengo la esperanza. 

Consciente de mis limitaciones, adversidades y dolores internos, confío en que hay cosas que pueden mejorar. No me doy por vencido. No me rindo ante la adversidad. Intento cuestionarme muchas cosas. Y aclarar ideas de las que considero fundamentales. He aprendido que, al reflexionar sobre temas dolorosos, me alivia tomar cierta distancia. Pensar sobre mi enfermedad como si no fuese yo el que la padezco. 

Aspiro a conocer mejor la realidad. Y a aceptarla tal y como es. Me siento como un náufrago inmerso en un agitado mar. Pero estoy dispuesto a navegar entre estas zozobrantes corrientes de incertidumbre. Es un reto apasionante.

He aprendido que el sufrimiento es una parte importante de la existencia. Y la inexorable muerte, una cuestión fundamental de la vida. No quiero esquivar la reflexión sobre estas realidades. Las veo cercanas. Y quiero encararlas lo mejor que pueda. 

La proximidad de la muerte me hace más consciente de que estoy vivo. De que la vida es casi un milagro. Un milagro maravilloso. Uno se siente renacer con cada alegría. Cada vez que vuelve a sacarle jugo a la vida.

Pasado mañana tengo cita con el oncólogo. Le comentaré que voy notando un mayor cansancio. Que me acosan ciertos malestares digestivos. Que siento más frío que de costumbre. Que lo que observo en mi cuerpo coincide con los preocupantes datos de la analítica de hace tres semanas. Parece que, tras solo mes y medio después de dejar de envenenarlo con oxaliplatino, el tumor está volviendo a expandirse por mi cuerpo. Se ha reanimado agresivamente. Soy muy consciente de que la esperanza de tiempo de supervivencia se acorta. De que las armas para enfrentarse a él se agotan. Probablemente, el oncólogo me propondrá iniciar una segunda línea de quimioterapia inyectándome un veneno distinto, el irinotecan. 

El pesimismo que me invade actúa como acicate. Un poso de insatisfacción me invita a no renunciar a pensar. ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué puedo cambiar? ¿Cómo encarar mi nueva vida? ¿A qué puedo aspirar? Valoro mucho la tranquilidad. Me sienta cada vez mejor buscar espacios para la soledad. Y escribir me ayuda a ordenar y afianzar ideas.

Es una evidencia que el mal me está golpeando duramente. Solo me queda afrontarlo. Prepararme bien para ello. Desearía ser capaz de manejar adecuadamente los sinsabores físicos y psicológicos que me va a ir planteando la enfermedad. Intentar acoger lo que venga con buena cara. Seguir viviendo lo mejor posible cuanto pueda. Sin aspavientos. Estar a la altura. Manteniendo la dignidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Buscando la belleza

Última dosis de cisplatino

Mi vecino Justo