Buscando la belleza

 25 de mayo de 2022

El efecto tóxico de la quimioterapia me golpea. Me duelen las manos. Los dedos, descoordinados, se agarrotan. La piel se irrita. Los nervios inflamados sufren. La fatiga del cuerpo me pide sobrecogimiento. Busco evadirme de la realidad. Viajar a otro mundo. No me apetece leer. Ni hablar. Ni escuchar noticias. Ni canciones ruidosas.

Aunque no soy muy aficionado a la música clásica, pruebo con Sonata Claro de Luna de Beethoven. Durante el primer ciclo del tratamiento descubrí que, cuando el dolor acecha, me proporcionaba alivio. Al principio, una armonía decaída me transmite cierto sufrimiento. Pero luego se transforma en un ritmo del que no apetece salir. Transmite relajación. Incluso alegría. Música repleta de simetrías, progresiones equilibradas y dulces. Magnética. Bella.

Uno, agazapado en el sofá, siente que va pasando por la vida dejando mucha belleza sin detectar. Lo que he sentido como bello es sólo una mínima parte del total. He profundizado más en paisajes, naturaleza, excursiones….

Pero me queda muchos filones de belleza por descubrir. Hasta hace poco he sido sordo para la música clásica. Y un tarugo para bailar. Me ha interesado poco la pintura. Y menos la escultura. Tampoco he destacado en el arte culinario. Debo prestar más atención. Rebuscar con tesón. Redimirme de algunas cegueras. Bucear en la belleza del pensar. Valorar los vínculos con los más allegados. Investigar nuevas formas de hermosura.

Mientras me sumerjo entre los ritmos dictados por el piano, voy pensando en cómo esta belleza se va construyendo en el interior de mi cerebro. Es subjetiva. Personal. Incluso variable para cada momento.

Ya noto cierto nivel de consuelo. Mi mentalidad científica va tomando el mando. Es evidente que son los propios sentimientos de cada uno los que dictaminan qué es más o menos bello. Y los sentimientos, ¿de qué dependen?, ¿de qué mecanismos biológicos?, ¿del ritmo de una cascada de procesos bioquímicos que acontecen entre nuestras neuronas?

Dejo a mi imaginación galopar hacia el futuro. Sospecho que llegará un día en que el lenguaje matemático nos adentrará con más precisión en la belleza. El arte podrá describirse con algoritmos. Y cuando se conozcan mejor los mecanismos que hacen funcionar al cerebro, ¿qué saldrá de la interacción entre nuestras señales eléctricas y la inteligencia artificial?, ¿se podrá crear algo sublime?, ¿un arte de una extasiante belleza?, ¿o será algo degradante para la humanidad?

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