¿Falsas esperanzas?

 17 de junio de 2022

Hace un par de semanas leí una gran noticia. La curación definitiva de muchos cánceres líquidos está al llegar. Conviene generar y mantener expectativas de progreso científico. Hay investigadores de la salud con mucho ego. Hay periodistas que plantean enfoques sensacionalistas. Hay farmacéuticas interesadas que estudian los patrones de comportamiento social. Intentan controlar los hilos que manejan la opinión pública. Elaboran o subvencionan estudios científicos. Anuncian a bombo y platillo destacados logros. Mezclan en realidad historias imaginarias con investigaciones reales. Fabrican falsas esperanzas.

El pasado jueves los periódicos se hicieron eco del dostarlimab. Es un anticuerpo monoclonal que bloquea el receptor de la proteína de PD-1 en cánceres de colon. El que yo sufro. Me pareció esperanzador porque en los ensayos clínicos está dando magníficos resultados. El artículo de Diario de Navarra titulaba: Un fármaco consigue remitir por completo el cáncer de colon en todos los pacientes del estudio”.

Además, la crónica dice que los 18 pacientes tratados se curaron sin necesidad de someterse a otros tratamientos complementarios como quimioterapia o radioterapia. Absolutamente todos. Muy ilusionado le envié la noticia a Inés. Ella, tras leerla atentamente y consultar las fuentes científicas de las investigaciones originales, me comentó que en realidad este medicamento tiene una aplicación mucho más restrictiva. Yo, en principio, aun padeciendo cáncer de colon, no soy un buen candidato para ese tratamiento. Puede ser útil en pacientes sin metástasis que sufren inestabilidad genética de satélites. Pero el periodista no lo especificaba.


Ayer publicó El País un artículo sobre el ADN de los habitantes de Islandia. Comentaba que el año pasado Amgen desarrolló un fármaco inhibidor del KRAS. El sotorasib inhibe este oncogen para la mutación KRAS G12C. En su parte final lo expresaba así:

El desafío es descomunal. La comunidad científica sabe desde la década de 1980 que determinadas mutaciones en el ADN, en un gen llamado KRAS, inician el cáncer en millones de personas. Sin embargo, el primer fármaco inhibidor de KRAS llegó a los hospitales el año pasado. El sotorasib, desarrollado por Amgen, inhibe una mutación específica, denominada KRASG12C, que está implicada en el 13% de los casos de cáncer de pulmón no microcítico, el tumor pulmonar más habitual. El bioquímico Ray Deshaies, vicepresidente científico de Amgen, habló con sinceridad en una rueda de prensa en Reikiavik con motivo de los 25 años de su filial islandesa. “[El retraso de más de tres décadas] no ha sido porque no supiéramos lo que queríamos hacer, que era inhibir KRAS, sino porque no teníamos ni idea de cómo hacerlo”, reconoció.

Stefánsson estira los brazos sobre la mesa. “Es más fácil llevar a un ser humano a la Luna que hacer un fármaco realmente bueno”, reflexiona. “Y, sin embargo, la industria lo consigue”.

Me llevé otro alegrón. El cáncer es un cajón de sastre donde se incluyen cientos de enfermedades. Incluso circunscribiéndonos a los cánceres de colon, se ofrecen pronósticos muy diferentes según las mutaciones que los provocan. En los últimos años, con el avance de las técnicas genéticas, se está comprobando que lo que mejor define un cáncer son sus mutaciones. Y, tras 25 años de investigación, el nuevo medicamento que este artículo señala, el sotorasib, se aplica precisamente en la agresiva mutación que yo padezco. Mientras lo leía me iban subiendo las pulsaciones. Sentí que penetraba más luz por la puerta de la esperanza. Volví a contactar con Inés. Pero su respuesta, rápida y contundente, me devolvió a la realidad. A un futuro más sombrío.

Es difícil para el no experto interpretar estos avances. Saber qué es y qué no es publicidad. Agarrarse a falsas esperanzas suele finalmente desesperar. Una falsa promesa, en estas situaciones comprometidas, es una cruel mentira.

Contra la incertidumbre, información. Pero información verdadera. Ahora que voy leyendo libros, que estoy mejor informado, sé que este cáncer metastásico ha llegado a mi vida, muy probablemente, para quedarse. La curación, en mi caso, parece una quimera. Debo conformarme con intentar domesticarlo el mayor tiempo que pueda. 

Esta mañana he iniciado el sexto ciclo de quimioterapia. En el Hospital de Día me ha pinchado Edurne, una enfermera de trato alegre y servicial. Tras anotar mi temperatura corporal, el índice de saturación de oxígeno de la sangre y la tensión ha colocado en el portasueros los primeros venenos de mi menú citotóxico. Edurne recordaba nuestra conversación del viernes cuando me extrajo sangre para la analítica. Se ha interesado por mi fin de semana en Sabiñánigo. Son pequeños detalles. Pero se agradecen mucho.

Cuando ya llevaba dos horas gorgoteando el oxaliplatino camino de mis venas, me ha visitado el oncólogo. Le he leído la parte final del artículo publicado en El País. Le sonaban el dostarlimab y sotorasib. Pero no ha mostrado ninguna emoción. Duda que puedan serme administrados. He intuido que no cree en las noticias sobre el cáncer que se publican en los periódicos. Mi impresión es que sigue estrictamente los protocolos de quimioterapia. Son métodos ya muy contrastados. Y no espera mucho de otras alternativas. Es poco propenso a valorar otros caminos, otros posibles tratamientos. 

Uno quisiera probarlo todo. Pero debo ser paciente. El oncólogo e Inés son mis puntos de referencia. Constato que a los dos les cuesta creer en los avances para el tratamiento del cáncer tal y como se explican en la prensa. Se van dando pasos. Pero no tan firmes y rápidos como cuentan. Muchos periodistas suelen dar versiones exageradamente optimistas. Agigantan logros. Minimizan riesgos. Faltan sutilmente a la verdad. Hay que confiar más en el que sabe. En los médicos especializados en la materia. 

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