Cantar
2 de junio de 2022
Hay canciones que cuentan lo que nos pasa por dentro. Explican cosas difíciles de expresar con palabras. Algunas nos empujan a la melancolía. Otras aportan un chute de energía. Las hay que invitan a llorar. O ayudan a dormir. Algunas espantan ciertos males. Los males anímicos. Son medicinas emocionales.
Uno está convencido de que si, además de escuchar, cantamos, el sentimiento originado se amplifica. Ese esfuerzo por aprender la letra e intentar entonar afinadamente nos involucra más. Y esa atención que ponemos tiene su recompensa. Cuando ya hemos cantado un estribillo decenas de veces suele abrirse un hueco en la memoria de nuestra vida.
El canto da voz a muchas emociones. Alegría, tristeza, lágrimas, lamentos, risas. Transporta de la inquietud a la paz. A una realidad nueva. Cantar produce momentos felices. Con facilidad. Es un acto sencillo. Estimula afectos. Vincula a los que cantan. No sé muy bien por qué.
Hace cuatro o cinco décadas cantábamos mucho más que ahora. En el autobús, cuando íbamos a la montaña. En la parroquia, cuando acudíamos a catequesis. En la sobremesa de muchas celebraciones. Los excursionistas, catecúmenos o comensales, simplemente uniendo nuestras voces, lográbamos una conexión que provocaba alegría compartida.
Marimar y yo, de vez en cuando, escuchamos música. También cantamos. A los dos nos agrada Luz Casal. Entonamos juntos algunas estrofas. Últimamente la que más repetimos pertenece a su canción “Un nuevo día brillará”.
Jugamos con la letra inocentemente. Nos gusta sustituir la palabra soledad por enfermedad. Luz Casal ha superado por dos veces un cáncer de mama. Y sus cuerdas vocales también han pasado por distintos estados de ánimo. Sus interpretaciones, variables en cada actuación, son siempre muy sentidas. Nos transmite su emoción. A los dos. Y eso tiene un valor añadido.
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