Arriba y abajo

1 de abril de 2022

Trato de evitarlo. Intento ser más comedido. Pero, a veces, parezco bipolar. He de reconocer que me siento como girando en una noria. Arriba y abajo. Percibo una extraña mezcla entre lo sublime y lo patético. Entre la comedia y el terror. Paso de la euforia a la desesperación. De encontrarme bien y sentir excitación, a recibir una mala noticia o padecer un dolor que evidencian vertiginosamente mi profunda vulnerabilidad.

Ayer me sentía repleto de adrenalina. La percibía fluyendo por mi cuerpo. Me sumergí durante una hora, con deleite, en los entresijos del sanatorio Berhof de “La montaña mágica” de Thomas Mann. Con buena agudeza mental, dediqué otra hora a plasmar las ensoñaciones de la noche anterior en mi diario. Antes de comer, disfruté de una agradable caminata con Marimar. Pero después, tras una mala digestión, el malestar de mis intestinos se propagó a todo mi ser.

Hoy estoy aún más abajo. He recibido el resultado del análisis genómico de la muestra de tejido tumoral que me extrajeron en la biopsia de hígado. Tengo una mutación en el exón 2 del gen KRAS. Es difícil para quien no es profesional interpretar esta información. Pero pronto he sabido que no hay pastillas para atajar este desarreglo. Las mutaciones del gen KRAS son muy frecuentes en cánceres de pulmón y páncreas, los más letales. 
Abril se ha estrenado muy frío. Los copos blancos golpean inusitadamente el cristal de mi ventana. Los coches lucen ya un abrigo blanco. Nieva en Pamplona. Y nieva en mi corazón. Pero saldrá de nuevo el sol.

La mutación KRAS actúa como un interruptor de luz averiado. Una vez pulsado ya no se apaga. Expresa un gen que ordena dividir las células sin descanso. Tiene además la habilidad de modificar los receptores de las membranas celulares, lo que le permite viajar a las células cancerígenas de unos órganos a otros.

Parece que no he tenido suerte. Había otras posibles mutaciones, como la PIK3CA, cuyos daños se minimizan con un tratamiento efectivo. Unas píldoras que mantienen a raya este cáncer. Mi esperanza, hoy más menguada, probablemente deberá transitar por el camino de la inmunoterapia.

En días como hoy intento poner coto a la catástrofe imaginando metáforas. Me alivia inventar historias que ofrezcan paralelismos o intenten arrojar luz. Juego a hilvanar ideas y palabras. Un buen relato es un potente analgésico. Contribuye a mirar la realidad con la perspectiva más adecuada. Ya lo decían los estoicos. No es lo que te pasa, sino cómo reaccionas ante ello. Construir un buen relato ayuda a interpretar lo que sucede. Y a cambiar el ángulo con el que observar el panorama.

Suena el móvil. Las palabras de Ketxu me provocan la sonrisa. Llega de la cocina un aroma sutil. Marimar vuelve a cocinar primorosamente los calamares que tanto me complacen. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Galería de evocaciones del pasado

En torno a las ruinas

Dando vueltas al Mundial de Fútbol