Miedo a la muerte

 17 de abril de 2022

Una mañana de domingo, cuando Martín tenía cuatro años, nos vimos rápidamente envueltos en una brutal tormenta, a dos mil metros de altitud, en un desolado laberinto kárstico del valle de Linza. Escuchábamos potentes truenos y, a continuación, cada vez más próximos, golpeaban la roca caliza imponentes relámpagos. El viento nos zarandeaba violentamente. Martín me miró a los ojos, con el miedo inscrito en su cara, y me dijo “Papá, ¿nos vamos a morir?”

Más aún que la impetuosa tormenta, me asombró que mi hijo, a tan corta edad, tuviese presente la muerte y la temiese. Le cogí con firmeza de la mano y le dije que no se soltase. Que íbamos a bajar, sin prisa, pero sin pausa, en busca del hayedo. Que en el interior del bosque ya estaríamos casi salvados.

No sirve de mucho quedarse paralizado, imaginar, angustiarse. El miedo queda empequeñecido cuando nos lanzamos en pos de mejorar la seguridad. Hay que analizar la situación. Y actuar con coraje. Prestar atención a cada paso. Vivir el presente. El futuro dependerá de lo que hagamos ahora.

Valle de Linza, Pirineos de Huesca

Actualmente me atemoriza el cáncer avanzado con metástasis que arrastro. Me inquieta porque amenaza mi vida. Y quiero vivir más. No me aporta consuelo quien dice “no tengas miedo”. Ya lo dice un célebre proverbio, “quien no percibe el miedo es un loco o un insensato”. Lo esencial es aprender a utilizarlo. Escuchar atentamente los pensamientos. Transformar esa emoción irracional en una herramienta para actuar inteligentemente. 

La pregunta clave no es, ¿tengo miedo? Me parece mucho mejor, ¿cómo voy a manejar mi miedo? ¿Qué acciones voy a tomar para aumentar mis probabilidades de supervivencia?

Quiero tratar de entender cómo funciona este cáncer. Estudiar mis posibilidades. Confiar en quien sabe. Tomar las mejores decisiones. Este es mi desafío actual.

Pero también debo evitar que el miedo martillee continuamente mi mente. Relajarme. Encontrar sentido y saborear los pequeños detalles de cada día. Ver la enfermedad con una perspectiva adecuada. Sin dejarme acorralar por la angustia que genera la incertidumbre. Manteniendo la esperanza.

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