Homenaje a la radio

 8 de abril de 2022

Cada mañana me desperezo con ella. Mi tiempo de escucha de radio se ha incrementado desde que me diagnosticaron el cáncer. Me agrada mucho el programa “Documentos” de Radio 5. Los fines de semana sintonizo “No es un día cualquiera”, programa que dirige Carles Mesa en RNE. Me gusta Radio 5 en general. A las 10 de la noche, ya acostado, atiendo últimamente unos análisis bien documentados en la SER. Como me cuesta dormir, a continuación, en la misma cadena, me entretengo con “El larguero”. Pero si, como me ocurre cada vez más habitualmente, me saturo de ruido deportivo, contrasto las noticias escuchando “podcasts” de Onda Cero o la COPE.

Joselín, un vecino de mi abuela en Garínoain, fue una persona muy ligada a la radio. Perdió la vista en su niñez en un desgraciado accidente con una azada. En la década de los 70 vivía con su padre, el señor José, un malhumorado hombre que enviudó tempranamente. El señor José caminaba encorvado. Era tosco, cascarrabias, parco en palabras. Su figura evocaba a los ogros de los cuentos. Mis andanzas veraniegas y las de mis hermanos frecuentemente tropezaban con su agrio carácter y provocaban sus gruñidos.

Garínoain

El temperamento de Joselín era mucho más abierto y sosegado. Pese a su ceguera, irradiaba felicidad. Siempre sonreía. Vestía muy humildemente. Casi siempre camisa de cuadros y gorra. Pasaba muchas horas sentado en un banco, en la solana, junto a la puerta de la casa, escuchando la radio.

Para compensar su ceguera había afinado mucho el oído. Identificaba perfectamente a quien pasaba por allí por el sonido de sus pasos. Agradecía mi compañía. Muchas veces me invitaba a sentarme en el banco junto a él. Me pedía que le describiese lo que había visto, cuales habían sido las correrías de nuestro perro Pistón, si las hojas de los chopos ya amarilleaban, si bajaba mucho caudal por el río, si había mucha gente en la única tienda del pueblo. Yo apreciaba mucho a Joselín. Aparte de su amistad me atraía algo de él que entonces no sabía definir. Con el tiempo descubrí que se trataba de la dignidad. Transmitía gran dignidad.

Joselín era un oasis en el desierto. Se forjó un carácter y unos intereses muy diferenciados del agricultor medio de Garínoain. Persona tranquila, agradable, respetuosa, sutil. Tenía buen manejo del lenguaje. Sabía mucho de geografía, le preocupaba la ciencia, escuchaba atentamente las entrevistas con artistas. Me hablaba también de fútbol. Fue él quien me insufló el sueño de la aventura en la naturaleza. Disparó mi imaginación al relatarme, con emoción y detalle, el duelo por la conquista del polo sur entre las expediciones de Admusen y Scott.

La radio fue su escuela. Una ventana al exterior. Conoció a personajes ilustres, adquirió riqueza de vocabulario, amplió sus inquietudes culturales, se planteó muchas reflexiones sociales o políticas. La radio engrandeció su vida.

En un mundo dominado por la imagen, la radio de hoy sigue aportando buenos alicientes. Eligiendo adecuadamente los programas, ofrece más pausa, credibilidad y oportunidad de reflexión que otros medios. Entretiene, informa, enseña. Fomenta la imaginación. Y brinda muy grata compañía. Como en la época del entrañable Joselín. Aunque haya pasado ya medio siglo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Galería de evocaciones del pasado

En torno a las ruinas

Dando vueltas al Mundial de Fútbol