Montaña: las ataduras de la libertad

 3 mayo 2022

Vaya chifladura. A muchos les parecerá un loco. Carlos Soria es un montañero de 83 años que está intentando ascender a la cumbre del Dhaulagiri, uno de los 14 colosos del Himalaya que supera los ocho mil metros de altitud. 

La pasión le viene de antaño. De toda la vida. Posee un dilatado historial como escalador. Y ya ha coronado 12 de los 14 “ochomiles”. Lleva casi siete décadas subiendo montañas. Y no cede en su empeño. Su reto actual es tremendo. Incluso lo sería para los mejores y más experimentados montañeros en la plenitud de la vida. A uno le parece un desafío quijotesco. Hilvana los sueños con la realidad.


Carlos Soria

A muchos alpinistas les seduce la épica. En sus declaraciones, parece que están al borde de la muerte. Quieren llevar las cosas a unos límites extremos. Arriesgan mucho. Se juegan la vida. A uno le parece muy bien. En la montaña se respira libertad. Cada uno decide qué y cómo hacer las cosas. A veces hay egos muy grandes que arrastran hacia la temeridad. Este no es el caso de Carlos.

Carlos Soria es una persona muy reflexiva. Jamás ha tenido congelaciones. Ni ha necesitado rescates. En siete décadas nunca se ha visto en una situación límite. Analiza bien las circunstancias. Y toma sus decisiones. Nunca le ha pesado renunciar a una cumbre. Aunque otros sigan hacia arriba. Es su decimotercera expedición al Dhaulagiri. Cree que este intento puede ser el bueno. Físicamente, se cuida mucho. Pero, quizás, su más destacada virtud está en su cerebro. No se deja arrastrar por las emociones. Hace siempre lo cree que debe hacer. 

Carlos dice que la montaña no es para morir. Es para vivir y para disfrutar de la vida. Y él se prepara para ambas cosas. Tiene cuatro hijas. A su mujer la conoció en la montaña. Y sigue compartiendo con ellas esta pasión. Disfruta de la familia y lo que le rodea. 

Es muy importante que sepas a dónde vas a ir. Lo que necesitas saber. Y estar preparado para hacerlo. No se puede improvisar. No se debe. La montaña no es tan peligrosa como mucha gente cree si tienes experiencia y reflexionas.

Carlos piensa en la montaña.  Piensa en la estrategia a seguir. Sueña con los itinerarios. Pero la preparación física le parece muy importante. Sobre sus entrenamientos Carlos dice: La preparación física es fundamental, siempre. También la alimentación. Yo procuro acostarme a las diez de la noche. Me levanto normalmente a las seis de la mañana. A las seis y media, desayuno maravillosamente, con tranquilidad. Hay veces, si voy a hacer un entreno muy largo, que desayuno menos y luego voy comiendo cosas por el camino. Me gusta mucho la bicicleta para entrenar. Ahora esta pierna tiene una prótesis total y no tiene más juego que este, pero a pesar de todo, la utilizo. En la bicicleta he cambiado los pedales en la biela para que me dé para dar la vuelta, y hago mucho rodillo de bicicleta. Además, ando mucho por la montaña. Entreno en un cerrito que tengo al lado de mi casa, que se llama el Telégrafo.”

Hay que sufrir. Andar a ocho mil metros de altitud es una agonía. Las condiciones ambientales suelen ser muy inhóspitas. Todo puede cambiar rápido. Aunque los intentes controlar, hay serios riesgos. Si surgen contratiempos estás muy desprotegido. La edad le impone a Carlos severas limitaciones. No puede ponerse de rodillas. Tiene una prótesis que solo le permite un giro parcial. Con nieve blanda y profunda se ve impedido. Tiene problemas para orinar en el interior de la tienda. Para ponerse el plumífero. Y para calzarse botas y crampones.

Pero este hombre, experimentado y juicioso, sigue subiendo al Himalaya porque cree que aún puede hacerlo. Contrata sherpas que le abren huella. Le llevan las botellas de oxígeno. Y le ponen cuerdas donde haga falta. Lo reconoce. No busca la épica.


Dhaulagiri

A uno, que también siente pasión por la montaña, el ejemplo de Carlos Soria le suscita muchas preguntas ¿Qué se mueve en el interior de un hombre reflexivo de 83 años para seguir retándose en un “ochomil”? Ante un testimonio tan impresionante de longevidad física, ¿sabe uno, de verdad, dónde están sus límites? ¿Es Carlos un loco? ¿Un valiente? ¿Un buen ejemplo de alguien que sabe exprimir la vida? ¿Perseguir nuestros sueños nos hace más libres? ¿o más esclavos? ¿Es demasiada atadura la libertad de alejarse de los caminos marcados?

Estoy ya deseando terminar de escribir este párrafo. Voy a abrocharme bien el abrigo. Saldré a la calle a lanzarme a mi aventura. Mi desafío es llegar andando hasta la avenida Pio XII. Me conozco bien. También el itinerario. Hay nubes y claros. El viento, bastante calmado. He calculado la distancia. Sé que puedo hacerlo. Entreno para ello.

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