Los caminos con baches, mejor en compañía

 5 mayo 2022

Uno intuye que el trato humano con personas que comparten la aventura del cáncer puede ser primordial. El intercambio emocional de una conversación con médicos, enfermeras, camilleros, otros pacientes o sus familiares, ayuda bastante.

Ayer, por la tarde, acudí a la primera jornada del taller de nutrición sobre el cáncer. La Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) dispone de un local en el primer piso de la calle Río Alzania 31, ubicado en el barrio de Azpilagaña. En la entrada colgaba un gran cartel con el lema “Los caminos con baches, mejor en compañía. 

Cuando llegué al lugar de la ponencia ya había una decena de mujeres esperando, sentadas en sillas dispuestas en semicírculo. A mi lado una de ellas lucía un pañuelo que cubría su cabeza. Su quimioterapia le ha provocado la caída del pelo. Junto a ella, otra mujer vestía una chaqueta verde muy descollante.

La charla comenzó puntualmente. La psicóloga, Laura Díaz, habló del valor de la alimentación como hábito social. De los tratamientos agresivos que impactan en el cuerpo sufriendo, entre otras cosas, pérdidas o ganancias significativas de peso. Resaltó la importancia de comer con mesura y ponderación. Que debemos sentirnos cómodos. Que hay quien afronta el cáncer con espíritu de lucha. Otros lo encaran negándolo o evitándolo. Algunos con preocupación ansiosa. Ciertas personas con estoica aceptación. Otros con impotencia y desesperación. Lo ideal es un equilibrio entre todas estas actitudes. Algunas habían traído un cuaderno y tomaban notas. Yo apenas si podía manejar el bolígrafo. Por la mañana me habían administrado el oxaliplatino y me dolían los dedos de las manos. La hora de disertación resultó amena.


Terminada la ponencia, entro en conversación con la mujer de la chaqueta verde. Habla muy rápido. Me dice que las uñas se le rompen. Que no puede pintarse los labios. Que el pelo no le brilla. Que ir a la peluquería es como si nada. Que no está presentable. Que sus amigos ya no le llaman. Que necesita más antidepresivos.

Cuando marcha al baño, su compañera me dice que el cáncer de la mujer de la chaqueta verde no es metastásico. Que está muy localizado. Que su quimioterapia es la menos agresiva. Que se hunde en un vaso de agua. Que su cáncer tiene el mejor de los pronósticos. Que solo busca compasión. 

Los demás ya se han ido. Solo queda otra mujer sentada en una silla, en el extremo más alejado del semicírculo. No habla. No me atrevo a interrumpir su intimidad. Pero la expresión de su cara lo dice todo. Sufre intensamente. ¿Fuertes dolores? ¿Profunda depresión? ¿Soledad? Permanece en silencio. Pero, si su boca emitiese algún sonido, uno cree que escucharía un sordo lamento.

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