Retorna el aroma de las lilas a mi jardín

 29 abril 2022

En el jardín anexo a mi casa revolotean varias picarazas. En sus cortos planeos ejecutan tímidas cabriolas. Visten su cuerpo con un plumaje que combina blancos y negros iridiscentes, acabado en una larga cola de color azul o verde metalizada. Escucho en silencio el suave rumor del aire. Una ligera brisa que agita las hojas de las palmeras. Advierto que algo ha cambiado. Ya no percibo el aroma de las lilas.

En nuestro día a día nos guía el sentido de la vista. Pero muchos placeres de la vida permanecen ligados al olfato. El aroma de las lilas que prosperan en mi jardín, en el jardín que con tanto esmero cultivó mi vecino Justo, es una ofrenda de la primavera. Un regalo sugestivo y tentador. Un presente breve y fugaz.

Flores púrpuras, violetas y blancas ya marchitas. Su vigor dura tan pocos días que parecen más un suspiro agónico y delicioso. Belleza muy efímera. Por eso no son un trofeo codiciado en los floreros. A las abejas les encanta visitar las lilas tal y como las veo hoy. A punto de morir. Sus pétalos se oscurecen y su perfume, adensado, es ya una película de bálsamos y aceites volatilizados.



Su pérdida es inevitable. Pero estas lilas abrigan la esperanza de innumerables renacimientos. Pensando en esto, siento una especie de revelación. Algo que requerirá una futura reflexión. El mundo natural, al contrario que la sociedad actual, antepone la esperanza del retorno a la del progreso.

Sucede cada año. En la puerta de mi casa. En invierno sus ramas leñosas silenciaban una promesa que parecía difícil de cumplir. Su corteza desnuda destilaba aspereza. Sus hojas lanceoladas dormitaban. El frío las mantenía hibernando.

Pero el milagro acontece cada primavera a mediados de abril. Brotan las lilas. Estallido de flores púrpuras, violetas y blancas. Exhibiendo lozanía y fragilidad. Irradiando alegría en mi jardín. La intensidad de su perfume embalsama el olfato. Fragancia ligeramente anisada. Aroma seductor que invita al intimismo, a la ensoñación. Evoca la llegada de días largos. La cercanía del verano. La fortaleza del sol.

El aroma agudiza su esencia porque la flor durará poco. El contacto con la muerte intensifica su poder de sugestión. Al cortar la flor, su fragancia cambia. Se hace más pesada. Se envilece. No se conserva. Las gloriosas lilas decaen. Palidecen. Se amustian. Y pronto se pudren.

Todos los cantos de los pájaros pasan. Todas las lilas fenecen. Así percibo yo ahora la vida. Con un presente prodigioso. Pero frágil, vulnerable, perecedera, fugaz.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Galería de evocaciones del pasado

En torno a las ruinas

Dando vueltas al Mundial de Fútbol