Flores de alta montaña

 15 de mayo de 2022

Sospecho que el magnetismo que he sentido siempre caminando por la alta montaña tiene que ver con la grandeza de los paisajes naturales intactos. Hoy he ganado altitud con el mínimo esfuerzo. Joaquín me ha llevado en su todoterreno por una pista que trepaba ladera arriba en el valle de Tena. 

En un corto trecho disfruto muchos ambientes distintos. Mis ojos se alborozan. Voy recorriendo lenta y atentamente pastizales, pedrizas y neveros. Engalanando una nueva primavera, brotan flores maravillosas. Otorgan alegría al paisaje. Y a mi corazón.

Sobre el pastizal verde destaca el azul vivo y penetrante de las gencianas. ¿Cómo surgen flores tan grandes y seductoras en ambientes tan fríos, con inviernos tan largos? ¿Cómo soportan las abundantes radiaciones ultravioletas que se sufren en altitud? Con tan poco tiempo efectivo ¿por qué exhiben estas sublimes flores? ¿A qué se debe este derroche de vistosidad, esa permanente fascinación de coloridos vivos y brillantes?

Durante la fotosíntesis, en lugar de producir almidón, estas flores sintetizan azúcares solubles que disminuyen la probabilidad de que la planta se congele. Esas elevadas concentraciones de glucosa favorecen la formación de pigmentos azules, violetas y rojos, colores tan abundantes en la flora alpina.

Gentiana acaulis

La Gentiana acaulis es una planta pequeña con flores enormes. Prefiere gastar más energía en exhibir sugestivas corolas que en sus discretas hojas. Apuesta por colores vivos. Azul intenso y profundo. Así atrae rápidamente a insectos y otros animales que transportan su polen. Fecundan y se forman las semillas con rapidez. Algunas plantas desarrollan previamente bulbos subterráneos. Aseguran así la energía necesaria para desplegar velozmente flores y frutos. Un buen ejemplo, los narcisos que acompañan a las gencianas en esta herbosa meseta.

Narciso

En laderas fuertemente barridas por el viento las plantas se achaparran. La inclinación, la exposición, el suelo básico o alcalino, también exigen muchas adaptaciones. Las plantas que viven en rocas o en grietas sobreviven gracias a que despliegan potentes raíces. Suelen mostrar hojas crasas, que guardan en su interior gran cantidad de agua.

Brotando entre las grietas de un cresterío calizo, descubro una almohadilla de Androsace ciliata. Crece formando densos céspedes, tupidas alfombras o cojines. Esa compacidad permite que entre sus apretadas ramas y hojas se forme una temperatura intermedia entre la del aire y la del suelo.

Androsace ciliata

También he disfrutado de la mítica edelweis, “la flor de la nieve” (Leontopodium alpinum). A pesar de su fragilidad resiste muy bien el frío extremo. Exhibe pétalos carnosos recubiertos por una especie de pelusa blanca. Este revestimiento peloso mantiene alrededor de planta una capa de aire que amortigua las temperaturas de la atmósfera. Los tonos blanquecinos reflejan la radiación solar y con ello disminuyen el efecto nocivo de la luz.

Edelweiss

Atravesando un nevero me he encontrado con la soldanela (Soldanella alpina). ¿Por qué tanto empeño en brotar? ¿Para qué ese tremendo esfuerzo por taladrar la nieve? 

El manto blanco ha protegido a la Soldanella alpina del rigor invernal. Cuando su espesor va menguando, percibe algo de luz en sus yemas. La planta va tomando el agua de la nieve fundida. Muy pronto la clorofila de las hojas se activa. La energía que atrapa de la luz permite un despliegue rápido de las flores que ya han perforado la nieve.

Soldanella alpina

El periodo útil de reproducción en la alta montaña es muy corto. La nieve funde a mediados de mayo en altitud. Hasta entonces la actividad de las plantas está muy ralentizada. Su supervivencia depende de desarrollar las yemas, producir hojas, flores y frutos con rapidez. Perpetuarse completando el ciclo reproductivo de junio a septiembre. 

Uno constata que el reencuentro con la alta montaña provoca un efecto balsámico. Este estallido primaveral contagia entusiasmo. Flores que demuestran su apego a la vida mostrando una cautivadora belleza. Prosperando en un entorno hostil. Irradiando permanente alegría.

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